¿Crees que el mayor enemigo al estudiar en el extranjero es el idioma? Te equivocas
Mucha gente, al considerar estudiar en el extranjero, siempre tiene una voz interna que pregunta: "¿Realmente sirvo para esto?"
Nos preocupa que nuestro idioma no sea lo suficientemente bueno, que nuestra personalidad no sea lo suficientemente abierta, y tememos marchitarnos como una planta trasplantada en un suelo desconocido. Permanecemos en la orilla, observando el vasto océano de la educación internacional, anhelando y temiendo a la vez, sin atrevernos a zambullirnos.
Pero, ¿y si te dijera que el éxito o fracaso al estudiar en el extranjero nunca ha dependido de tu nivel de inglés, sino de algo completamente distinto?
Estudiar en el extranjero es como aprender a nadar: lo importante no es la técnica, sino atreverse a meterse en el agua.
Imagina que quieres aprender a nadar en el mar.
Puedes memorizar a la perfección todos los libros de natación y practicar la brazada y la patada de rana sin un solo error en la orilla. Pero mientras no te atrevas a saltar al agua, nunca aprenderás.
Estudiar en el extranjero es ese océano, y la habilidad lingüística es solo tu técnica de natación.
Las personas que realmente "no sirven" para estudiar en el extranjero no son aquellas con una "técnica" de nado imperfecta, sino las que se quedan en la orilla, siempre reacias a mojarse. Temen el agua fría (el choque cultural), les preocupa que su estilo de nado no sea bonito (miedo a hacer el ridículo), o incluso no saben por qué querrían meterse en el agua (metas poco claras).
Se quedan en la cómoda arena, observando a otros cabalgar las olas, y al final no aprenden nada, volviendo a casa solo con arena pegada al cuerpo.
Los que regresan con la "carga completa" son los que se atrevieron a saltar. Quizás traguen agua (digan algo incorrecto), sean golpeados por las olas (encuentren dificultades), pero es precisamente a través de cada forcejeo que sienten la flotabilidad del agua, aprenden a bailar con las olas y, finalmente, descubren un nuevo y vibrante mundo bajo la superficie.
Así, el núcleo de la pregunta cambia. Ya no es "¿Soy lo suficientemente bueno?", sino "¿Me atrevo a saltar?"
¿Cómo pasar de ser un "observador en la orilla" a un "nadador valiente"?
En lugar de enumerar una pila de etiquetas negativas de "no apto para estudiar en el extranjero", veamos cómo piensa un "nadador" valiente.
1. Abraza las olas, no te quejes de la temperatura del agua
La gente en la orilla se quejará: "¡El agua está muy fría! ¡Las olas son muy grandes! ¡No tiene nada que ver con la piscina de casa!" Piensan que los baños en el extranjero están sucios, la comida no les gusta y las costumbres de la gente son extrañas.
Sin embargo, el nadador comprende: Así es el océano.
No esperan que el océano cambie para ellos, sino que aprenden a adaptarse a su ritmo. Si la seguridad no es buena, aprenden a protegerse; si la comida no les agrada, van a un supermercado asiático y cocinan ellos mismos. Saben que adaptarse a las costumbres locales no es un sacrificio, sino la primera lección para sobrevivir en un nuevo entorno. Al respetar las reglas de este océano, podrás disfrutarlo de verdad.
2. Primero "muévete", luego "embellece"
Mucha gente no se atreve a hablar una lengua extranjera, por miedo a que se rían de su mala técnica de nado. Siempre queremos esperar hasta que la gramática y la pronunciación sean perfectas antes de abrir la boca, y el resultado es que somos "invisibles" durante todo un semestre en clase.
Mira a esos compañeros de Sudamérica: aunque su gramática sea un desastre, se atreven a hablar con confianza y en voz alta. Son como las personas que acaban de meterse en el agua, no les importa la postura, solo se dedican a bracear con todas sus fuerzas. ¿El resultado? Son los que progresan más rápido.
Recuerda, en la zona de aprendizaje, "cometer errores" no es una vergüenza, sino el único camino hacia el crecimiento. Tu objetivo no es nadar al nivel de una medalla de oro olímpica el primer día, sino moverte primero y no hundirte.
Si realmente te da miedo hablar, quizás puedas empezar con un "flotador". Por ejemplo, una aplicación de chat como Lingogram que tiene traducción instantánea por IA incorporada, lo que te permite reunir el valor para comunicarte con personas de todo el mundo. Te ayudará a eliminar el miedo a la comunicación y, una vez que ganes confianza, podrás soltar el "flotador" poco a poco y nadar más lejos por tu cuenta.
3. Conoce el paisaje al que quieres nadar
Algunas personas estudian en el extranjero solo porque "todos lo hacen" o porque "quieren aprender bien inglés". Esto es como alguien que salta al mar sin saber a dónde quiere nadar. Es fácil que dé vueltas en el mismo sitio, se sienta perdido y, finalmente, exhausto, vuelva a la orilla.
Un nadador inteligente sabe su objetivo antes de meterse en el agua.
"Quiero dominar el inglés para poder leer los últimos artículos científicos." "Quiero experimentar diferentes culturas para romper mis patrones de pensamiento." "Quiero obtener este título para entrar en una industria específica cuando regrese a mi país."
Un objetivo claro es tu faro en el vasto océano. Te da la motivación para perseverar cuando encuentras dificultades, y te hace saber que todo lo que haces te acerca a ese paisaje soñado.
No es que "no sirvas", solo necesitas una "decisión"
Al fin y al cabo, no hay personas que "sirvan" o "no sirvan" para estudiar en el extranjero por naturaleza.
Estudiar en el extranjero no es un examen de calificación, sino una invitación a la autorreinverción. Su mayor beneficio es que te da la oportunidad de romper todas las percepciones negativas que tenías sobre ti mismo, y de descubrir una versión más fuerte, más flexible y que ni siquiera sabías que existía.
Así que, deja de preguntarte "¿Sirvo para esto?". Pregúntate: "¿Qué tipo de persona quiero llegar a ser?"
Si anhelas un cambio, si anhelas ver un mundo más amplio, no lo dudes más.
Ese mar te está esperando.